Nunca más...

…y por esto lo merezco.
Nunca nadie me regaló lo que soñaba, lo que anhelaba. Aquello por lo cual lloraba. Recuerdo que desde niño amaba lo que no tenía y aquello que no tenía, era la felicidad que hace a un niño feliz. De niño recuerdo el paraíso, un almacén lleno de golosinas coloridas, donde el vendedor nunca nos regalaba una, y mis ojos se pegaban a los potes coloridos, ansiando y babando por solamente sentir una golosina de esas en mi boca. Pero solo escuchaba números, natos… nunca sentí el abrazo de mi padre y cuando lo abrasé, fue para sostener su debilidad entre la vida y la muerte en un socorro contra el tiempo, el cual fue inútil. La he peleado desde chico, y justo ahora, soy merecedor del descanso. Nunca más tuve que desear lo que deseaba, pues un día dije que tendría todo lo que soñara y así fue. Hoy lo que deseo se cumple. El dinero me persigue, el valor que deseo, lo tengo, la compra que quiero, el objeto necesario…
No he tenido que hacer un pacto con la vida o la muerte, simplemente lo he creído y así es. Porque la noche tormentosa en que nací y crecí, acaba tras la fuerza del sol, donde ha disipado todo rastro de tormenta y cada gota ácida de lluvia. Nunca más volveré a esa situación, cada minuto de mi vida, valdrá un kilo de diamante, porque el universo está a mi favor… porque Creo, porque lo sostengo. Porque he leído que soy un Príncipe, hijo de un Rey que tiene el Tesoro Mayor, el que se multiplica en si mismo misteriosamente. Y como tal, no es justo que un Príncipe mendigue pan o esté con hambre. Ni en el día más caluroso o la noche más oscura, ni la puerta más poderosa o la fuerza tan impetuosa, podrán detener el Río de la Fortuna que me sostendrá cada segundo de mi vida. Mágicamente se multiplicarán los billetes en mi cartera, porque este es la llave para abrir lo que sea en medio de la humanidad. Pero nunca jamás podré adorar a una hoja de papel que tiene un determinado valor, pues yo mismo, soy mayor que el valor más alto que existe en la tierra. Y porque así lo creo, es que ha terminado el llanto para el niño soñador.
Porque el pan más caro y delicioso, podré comprar. La ropa más bella, podré usar y la casa más linda, podré disfrutar. Y como todos los años que vienen, nunca se agotará la fuente que sostiene el Tesoro Divino. Nunca más veré la mano levantada para mi y el arma que me apunta, caerá de la mano del opresor… la fatiga y el desespero al miedo del mañana, se ha acabado como una gota de lágrima en el desierto sediento. Hasta aquí y hasta ayer, fue una historia, desde entonces, se escribe una nueva. Con doble dignidad y respeto y con el aplauso de los que me vieron soñar y hoy y mañana, me verán disfrutar. Y por mi se alegrarán… porque ejemplo seré, de que todos podemos llegar, solo hay que creer, solo hay que querer, solo hay que decir… porque para el que cree, todo es posible.