Estamos
casados a siete años y hace un tiempo lo noté extraño, fue ahí que me di cuenta
que algo andaba mal entre nosotros. Le pregunté si todo estaba bien, como para convencerme
y me dijo que si. Entonces si que me dio un frio en la barriga. No me había puesto
a pensar que ese hombre ya no era el mismo desde muchos años. Cuando sigilosamente
me propuse seguirle el rastro, me topé con ella. Era linda, pero solo porque
estaba arreglada, sabía vestirse y le hablaba bien… con un tono de voz que yo
solía usar cuando éramos novios. Claro que uno no se da cuenta a lo largo de la
vida y dejamos de hacer cosas que antes eran importantes a la relación. La verdad que como una fiera arranqué rumbo a
ellos, le quitaría la cabellera a esa mugrienta y pintaría la vereda con su
cara y a el… bueno… le recogería los testículos al ombligo por gallina. Pero me
escondí tras un maniquí… pues pensé al instante y me detuve.
La
culpa era mía, yo le dí mi hombre en bandeja a esa perdis de cañada… y si ella se interesó por el, no va
a ser más que yo. Y si el se interesó por ella, es… es… es porque quizás esté
con falta de proteínas que alguna gallina las debe de tener. Pero sea lo que
sea que ella le hizo, ese hombre es mío.
Me
fui a casa, me prepare la mejor cena y perfumé el ambiente con una nueva
fragancia. Lo esperé y le dije que lo esperaba cuando entró. Me dijo que no
tenía hambre y se fue a bañarse. Comí sola. Confieso que me mareaba tomando el
vino, me fui a la cama y me reía sola. Le molestó un poco que hiciera un poco
de barullo e incluso me dijo que estaba loca y borracha. Tenía razón, pero todo
por su culpa, y aunque me recordaba a la perdis, no le dije que sabía. Así que en vez de discutir o llorar, me reía
sola. El me miraba y me reía… al rato,
comenzó a reírse de mi. Y cuando quise ver, estaba contagiado. Yo paré de reír
y le dije que lo amaba, pero que ni se atreviera a tocarme, estaba mamada y si
me calentaba el no iba a poder conmigo.

Luego
del almuerzo, se fue y me propuse a planificar su llegada. A la nochecita…
cuando lo vi llegar y antes de que tomara el pestillo le abrí de golpe y aunque
se sorprendió, lo dejé sin palabras y me lo comí a besos…
Mientras…
le decía que había demorado y que lo
extrañé toda la tarde, no lo dejaba respirar ni siquiera que me
terminara de hablar… me hice la desesperada. No sé de donde tenía fuerzas, pero
yo movía aquel hombre como un muñeco. Hasta que me detuvo y me dijo que estaba
todo sudado, que lo dejara darse un baño. Le dije que creía que la excusa del
baño, solo podía ser una manera de negar el fuego, pues a no me importaba, sucio o limpio el sabía
hacerme feliz, Que si no quería ahora, me concediera un deseo. Claro que aunque
me dijo que no sabía y que dependiera del asunto… le pedí que me dejara verlo
bañarse. Se río y me preguntó si de veras estaba bien. Claro que sí… pues con
un hombre de esos caminando a tu nariz, hasta una monja negaría sus hábitos. El
sacudió la cabeza y nos fuimos al baño. El me miraba y yo también… cuando se
enjabonó me tiró espuma y yo le dije que no valía, pues yo lo estaba admirando
solamente. Claro que no se aguantó y me preguntó – Te gusta lo que ves?- Pues
claro que le dije que no estaba viendo nada… mientras me miraba fijo… Bueno… no llegó al minuto cuando ya estábamos
los dos bajo el agua…
Se
pasaron dos semanas y yo me dedicaba a cada día a conquistar ese hombre
nuevamente. Era una idea, una inspiración y a cada día notaba en sus ojos y en
su actuar con respecto a mi. Hasta que me dijo que tenía algo muy grave para
decirme… que no se sentía bien ocultándomelo, que aunque yo decidiera lo que
fuera, el me iría a respetar. Yo me paré, lo tomé del rostro con mis dos manos
y lo miré ojo por ojo y le dije –Te amo más que todo, sea lo que sea, siempre
podrás confiar en mi, solo tienes que decir la verdad porque es más liviano
decirlo aunque duela, que soportar la carga de una mentira. Que yo era su
mujer, la primera en pensar en el- el comenzó a llorar, pues le hablé tan dulce
que hasta a mi misma casi me hace
llorar. Entonces me contó todo, que estaba arrepentido, que aunque ella, esa
perdis… lo hacía sentir bien, el no era feliz como conmigo, que yo sabía
hacerlo reír, que a mi lado se sentía seguro, que aunque yo tenía el derecho de
enojarme y dejarlo, si le daba una chance… solo una de probar que me decía la
verdad… que le permitiera ser feliz y
que no lo dejara. Yo me puse a llorar y el lloraba a mi lado… yo lloraba al
verlo tan arrepentido y feliz de que todo eso pasara, para que pudiera salvar
la relación. Me sentía una victoriosa… entonces le dije que lo perdonaba. Que
sin el la vida no tiene sentido… pero le suena el celular y en la pantalla dice
“ Paco”, el atiende medio llorando y le dice – Quiero que dejes de llamarme, no
quiero ilusionarme e ilusionarte, pero no te amo, no estás en el mundo que
quiero para mi, te pido disculpas por todo, pero Amo a mi mujer, ella tiene mi
corazón, acabo de contarle sin que ella me lo pidiera… por tanto, te parece bien que borres mi
número y sigas tu camino, si me ves, solo me dices hola… y… perdón por todo.-
Yo
a la verdad, estaba comenzando a conocer mi marido. Anoche falleció y cada día
fue uno más divertido que el otro. Puedes creer que ni una lágrima se me ha
caído… pues se que en poco tiempo nos encontraremos, yo ya estoy con noventa y
cuatro, vivimos todo… y una vida compartida. Ese hombre me dio tanto amor que
es imposible llorarlo… yo me siento grande, joven y sin penas. El me dio un
mundo diferente, viví cada segundo, feliz. Y te aseguro, que ahora donde Dios
lo tenga, estará planeando cosas para cuando llegue, ya me espera una eternidad
de risas y es probable que hasta a Dios lo involucre. ¿Te das cuenta que ni
siquiera voy a tener tiempo de extrañarlo?
Daimer´s
©
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