Estaba trabajando en mi recién modelada cocina, me faltaron unas habichuelas
para terminar un almuerzo y fui a la cantina de la otra cuadra. Esperaba visitas
ese día.
No voy con frecuencia a esa cantina, siempre tienen cosas nuevas y
termino comprando de puro ojo. Es una tentación ese lugar, así que solo unas habichuelas
y nada más.
Me he mentido otra vez, terminé con un montón de compras, todo me hacía
falta, aunque podía esperar para terminar lo que ya tengo y después volver.
Bueno me queda lejos y pesado ahora…
-Espere, espere… puedo ayudarte?- oí detrás de mi.
-Bueno… supongo que un poco de ayuda me hace bien… ¿cómo anda?
-De lujo… hacía un tiempo que no nos encontrábamos por aquí.
La prosa se hizo hasta la puerta de casa y allí se armó una conversa
que daba lástima terminarla.
Así que decidí conversar más tiempo y lucirme en mi grandiosa cocina.
Ni lo notó. Pero la prosa era muy interesante. Así nació una amistad hasta el
día en que fui a su casa.
No tengo compromiso oficial, ni el tampoco. El lugar donde vive, es… a
mi parecer pobre, pero le llamaré humilde por su persona. Todo allí era como un
lugar de películas con pocos recursos, pero el paisaje era la riqueza en
belleza. Una cabaña de madera rústica, con muebles diferentes, parecen
reciclados pero muy atractivos. Bueno, pero no voy a criticar ya que la compañía
es la más agradable. Pero no puedo dejar de echarle el ojo a la cocina,
terriblemente de la edad de la piedra. Nos pasamos el día de conversa y paseos
que ni cuenta me di cuando la luna golpeó un tremendo ventanal en la sala, al
costado de aquella estufa arcaica.

No dije nada y quería decir que hoy no… de pronto mañana… pero ya tenía
su boca dentro de la mi. Su lengua recorría acariciando mi espíritu mientras
sus manos… me decían que sí, que por favor. No sabía si eso era ganas o
misericordia… si me estaban despellejando a brasas o era su calor. Me volví
agua y como río en el Sahara, me sequé y aún podía desear más. Impresionante…
era la riqueza de la pobreza. Me hablaba tan dulce que me temblaba la boca como
si quisiera morder cada palabra que me decía. Comencé a mirar y pensar lo que
acababa de hacer y… me gustaba. Su cuerpo era un manjar… no tenía una figura
atlética, pero su figura normal,
transmitían pureza. Ese aroma suave y natural me envolvía como drogándome. No
sabía que decir ni que hacer… pensé en ir por mi ropa y salir corriendo… pero
me cortaría las piernas si lo hiciera. Así que seguí escuchándole y sonriendo.
Me miró en un momento como quien lee un libro y me besó. Su lengua gruesa y jugosa
me envolvía la boca en una caricia mágica. Me entregaba a él. Y también él a mi…
así que ante toda aquella delicia mañanera, me tomó de la mano y al desnudo nos
fuimos a la sala… el fuego ardía en su estufa bellísima y por la ventana, la
niebla cubría el valle… hacía frío afuera, pero ni se notaba a su lado. Entonces
allí en la sala, continuamos lo que habíamos empezado… y sentí sus gemidos a mi
oído y era bueno… muy bueno. Me sentí
morir a la pobreza y dejarme llevar por la avaricia de su riqueza.
No se cuantos días estuve ahí… pero cuando caí en si, aproveché que no
estaba y me fui a mi casa.
Me dije que solamente fue un sueño y me quedé feliz mirando mi cocina…
ahora la veía rara… le faltaba algo… las compras estaban para tirar y no iba a
volver a esa cantina. Al caer el sol, tocan a mi puerta y era él. Tenía los
ojos llorosos y me dijo:
-Creí que te gustaba, me sentí solo y como no me diste una razón, vine
a preguntarte si quieres vivir a mi lado para siempre o hasta que no te guste
más.-
Yo pensé, pero no mucho.
Daimer Santuche H. ©
(Uruguayo)
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