Y allí sucumbía en aquel cuarto con quien solamente le servía al momento. Mientras su marido, soñaba con profunda ansiedad de ir a sus brazos.
Pero el pobre mal sabía lo que le esperaba en casa. La ropa para su baño, perfumaba la triste espera. Los cuadros de un casamiento engañado, cantaban la más triste ópera, en un silencio que solamente se oían, cuando los gemidos de la mentira se escapaban por la ranura de la puerta de aquel nido de amor sombrío.
Pero la puerta del frente lo tragó al entrar en aquella casa que el juraba era un castillo de cuento de hadas y finales preciosos. Pero lo que nunca quiso saber es que todo castillo es frío y sombrío, oculta muchos pasadizos secretos y traiciones al rey. Pero éste cuento de ensueño, tenía un dragón que devoraba las fuerzas y el corazón del rey.
Fue en el camino de regreso que la adivina en forma de secreto, le reveló las muchas lujuriosas traiciones de quien moraba en forma de pasión en su corazón. Las pruebas gritaban a sangre fresca y morían en sus manos en una sonrisa de descanso satisfecho. Pero la ira y el dolor se unieron con aquel hombre y a pasos de gigantes, marcaba el camino con el peso de un tremendo ¿Por qué?.
Cada gota de sudor tuvo el esfuerzo que le daba por el y su amor y descubrir que cada latido dado, no fueron más que una ilusión a conveniencia en la que él era la víctima. Al llegar… lo abrazaba la elegancia y la dulzura pero no eran más que basura disfrazada y veneno hipnótico. Casi sin fuerzas y atragantado con un grito lloroso le dijo casi temblando
–Y yo…me creí un rey a tu lado y dueño de un tesoro que el universo envidiaba y resulta que no valgo nada, al consumir tanto engaño y traición. Tu eras mi primavera, la razón de seguir viviendo cada segundo y despierto hoy, descubriendo que estaba en un desierto y muriendo de sed en un espejismo de agua-
Y allí se le cayó la máscara y aquel castillo encantado, reveló sus ruinas y una palabra encerró aquel cuento mágico-
-Es verdad… todo es verdad, pero era lo mínimo que podía darle a la persona que engañaba con todo éste ficticio encanto perfecto, cuando mi corazón siempre fue de otro y a escondidas siempre nos vimos por unos instantes. Por miedo a mucho y bajo amenazas, tuve que casarme contigo porque así lo exige la ley sin derecho a lo que pide el corazón.
Daimer Santuche H ©
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