La Amante

Me encontraba siempre sin que ella lo supiera.

Sus besos eran ardientes, besaba con hambre y a mí, me encantaba. Me sentía la última galletita de la caja.

Yo sabía que ahora no era como las veces de la juventud, donde nos huíamos a cualquier sitio. Ya los años se pasaron y el se casó tiene hijos… pero con todo, no dejaba de verme.

A veces pasaba y me tiraba besos, muchas veces me miraba fijo y me decía bajito – Hola mi amor. Obvio que mi día era como moto con combustible de avión… volaba.

No se si llamarle amante, pero sí… no me importa que lo digas.

Pero ese hombre no era mío y lo quería para mi. Aunque lo tuviera no era lo mismo.. Y me rompió el alma un día que sin querer, pasaba en frente a su casa. Llegaban y de la casa les sale un niño, apenas caminaba, pero con un andar de áncias por ver a los que llegaban, me dí cuenta que era su hijo. Ella le recibió aquel afán con gritos y fiestas para el… haciendo tanto alboroto, que me invadió de ternura. Seguidamente le salen otros dos más mayores y el se dirige a continuar la pantomima, la cual al parecer, alegraba al pequeño.

Así fue como me arrepentí de haberle hecho tanto mal a ese hombre, seduciéndolo para mí.

No tenía el derecho de entrar así en la vida de esa familia, solamente para unos minutos de placer. Pude haber destrozado aquella escena que de seguro, ha marcado la vida de aquel niño así como la mía. Pude haber roto toda fantasía a un angelito de aquellos, por pensar sólo en mi.

Entonces me dije que amante, sólo si es el mío. Porque de tras de cada hombre, hay un niño que necesita su abrazó.

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Más de lo que piensas y menos de lo que es.