
… entonces él estaba quedándose en la casa de la vecina, en la esquina de arriba. Dicen que era un galán, a mi parecer sólo era alguien.
Ella era una chica muy humilde y de corazón puro, pero se había dejado seducir por la apariencia y palabrerío dulce del visitante en el barrio. Nadie sabía cuando se iría, capaz que ni el.
Se pasaron dos semanas y ella frecuentaba más seguido de lo común a diario la casa de la esquina de arriba. Pero una mañana le cambió la vida.
Su padre llega pasado en copas, con una conversa de rodeo para llegar al tema principal. La vuelta era predecible, el visitante. La cosa se hacía más pesada y el tono de vos de su padre era cada vez más violento. Las ofensas verbales a la joven de 16 años variaban desde lo personal y atrevido a lo moral y degradante.
Ella no decía una sola palabra, sentada en una silla de madera contra el umbral del rancho. Sin levantar los ojos, escuchaba en silencio todas las barbarie de su padre que, al frente de ella y dándole unos tapas en la cabeza, le repetía una y otra vez… las ofensas a causa del visitante.
De pronto, sobre el fogón, estaba una olla de crema enfriándose para el postre, cuando su padre de un giro la toma y la da vuelta sobre la cabeza de la muchacha. Sin decir nada y con la cabeza inclinada, recibe la acción de su padre, quien además de volcarle todo el contenido le giraba la olla sobre su cabeza.
La crema corría por su rostro enrojecido de vergüenza ya que habían niños rodeando a la que se sentaba en la silla del escarnio familiar. Cuando hubo acabado de caer la última gota de crema , le retiraron la olla de su cabeza.
Luego que su padre se retirara de su presencia, se levanta y en silencio se pone a llorar, llora y llora, pero nadie sabe lo que se pasa… pero su dolor se podía sentir en el alma. Algo profundo se pasaba en aquel momento. Una joven alegre y de sonrisa contagiosa era nuevamente víctima de violencia familiar.
“los hombres que actúan de esta manera, mostrando su poder dominante con personas dependientes o de inferior condición, no solamente actúan cobardemente, sino que el destino les reserva lo peor en el futuro. Tales personas mueren despreciadas, vulnerables a padecer enfermedades no sólo físicamente sino sentimentalmente. La ley de la vida siempre se abre paso para hacer notar la justicia. Lo que se recibe no es más que la paga de los hechos.
Solamente el amor y el perdón pueden curar y transformar el destino y el curso de cada vida interrelacionadas”.
Hoy esta joven continúa sonriendo, pero su agresor… tuvo un final triste y su mano ha caído para siempre…
“Felices los que lloran, porque ellos serán consolados” (malditos los que provocan las lágrimas de sufrimientos a los pequeños).
un veneno para el que miente, un alivio para el que ama.
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