El colectivo de las 2 am

Eran las dos de la mañana. Había pasado todo el día de laburo. Aunque tenía ganas de ver a mi pequeño, darle unos sacudones y contarle una nueva historia que aprendí con un compañero, no sería posible porque el estaba durmiendo.

Al menos sé que un café calentito me esperaba tras una silueta familiar.

Me tomé el último rapidito moderno y me senté cerca del final. Las calles estaban medias desiertas, un único trabajador a estas horas con una mañana tan helada. El chofer escuchaba música de los ochentas… yo hasta pude cantar… a las cinco se cierra la barra… suerte que hoy pagaron y tendré dos días para mi familia. Pensaba en la perra que era hora de cortarle los pelos, la cama del hijo que estaba con una tabla floja… el bus para y un muchacho entra y encañona al chofer, le pide el dinero y lo amenaza con darle un balazo. El tipo le pide que tenga calma que sólo tiene treinta y cinco pesos a estas horas, pero el joven pide más y se viene hacia mi…

Como me apuntaba desesperado y me pedía la billetera, le dije que se calmara, que tranquilo, que me dejara al menos quitarme la billetera, con el cambio del boleto, el cual era en monedas, no dudé en dejarlo caer y ahí se van las monedas, mientras el muchacho las mira rodar, yo estaba pronto. Al torcer su cabeza para encararme lo metí de una trompada a cuatro asientos más adelante. Le quité el arma y le pregunté si no le daba vergüenza de robar a cara de perro. Que buscara un trabajo digno y actuara como macho una vez en la vida.

Y le dije además, que la próxima vez que pensara en tomarse este colectivo, pensara dos veces, porque lo ahorcaría y nadie sabría quién fue porque a estas horas nadie anda de paseo.

El muchacho se fue corriendo por una calle de poca luz.

Luego pensé si en ese momento me hubiera disparado, que de mi familia. En silencio y con la mirada perdida, lloré hasta bajarme… porque pensé que quizás ese muchacho un día sea mi hijo. Aunque me esfuerzo por ser excelente padre, que nunca pase necesidad, trato de educarlo en el amor que se le pueda dar. Enseño cada momento algo de valor, pero un día pensará por si sólo y espero que recuerde, que lo que hace al hombre, es la pureza y el coraje de tener un rostro digno de ser respetado.

No podía entregar el pan de mi familia, había luchado y sudado todo un mes, para que un bandido de estos venga y se lo lleve de regalo y faltando el respeto, creyéndose que por un arma, es el dueño del mundo. No será ahora ni nunca que dejaré de luchar y pelear por lo que es mío, así muera intentando, pero al menos moriré con honra.