Un sereno adiós

…siempre fuimos unidos y cuando nace mi hijo, pone la casa de mis padres de patas para arriba. Ellos viven en la casa de al lado, y la culpa es de mi padre… le pone mañas y el niño cada vez está más insoportable. A los abuelos tendríamos que darle una paliza, ellos nos castigaban a nosotros y mal enseñan a los nietos.

Mi hijo tiene cinco años y es demasiado inteligente, temo que por culpa de papá el desarrolle una madures precoz. Él le habla como a una persona adulta, con temas para adultos y el es sólo un niño.

Este año Miguel estará tres horas en el jardín así se va acostumbrando. Para ser más honesta, creo que la culpa es mía, porque quiero despegarlo un poco de papá. Mi esposo dice que con el sucedió lo mismo cuando era pequeño y que luego pasa.

Miguel no toma la leche de mañana, la traga y se va de piyamas a acostarse con el abuelo. Si llueve hay que llevarlo porque sino grita y no se lo calma con nada, intenté darle palmadas para que parara con esa locura y es peor. El niño se transforma si le prohíben de ver al abuelo, cualquier sanción no le causa el efecto como la de no ver al abuelo.

El siquiatra dice que es normal, que lo dejemos y que más bien eduquemos al abuelo para lograr el efecto en el niño. Pero pienso que no es lo que el quiera, pero si el abuelo lo dice, el no cuestiona y lo hace feliz como si se tratara de un juego o un caramelo.

Es mi padre pero no tiene el derecho de hacer lo que hace. Está con ochenta y cuatro años y no quiero estar el día de su partida.

Hoy cenamos juntos y en verdad me tocó lavar la losa. Mi mamá preparó una tarta de verduras y yo llevé el postre que trajo mi marido. Así pasamos re bien, Miguel quería quedarse con mi padre pero mamá lo convenció que el abuelo debía descansar. Aunque se fue bravo para su cama, no le hizo tantos alaridos como otras veces. Esa mañana miguel se levanta medio dormido y se va para la cama de papá. Mamá ya sabe y es cómplice porque se levanta temprano para abrir la puerta. Hasta el gato está mal enseñado, el gato lo acompaña todos los días hasta la cama de papá. Si lo cuento nadie me lo cree. Pero este día le dejé la leche en la cocina porque le queda a la pasada para la casa de papá, lo que Miguel no esperaba era que al llegar no era el abuelo el que estaba y si la cama vacía. Papá había tenido un paro cardíaco y mamá lo encontró caído en la vereda rumbo a casa. Yo no lloraba por la pérdida de mi padre y si por Miguel, que será de su vida al darse cuenta de que su abuelo no estaba más. Nuestras lágrimas estaban cruzadas, la pérdida era dolorosa por el pequeño… Nosotras queríamos morir al verle de rodillas llorando en silencio por papá… como si supiera lo que sucedía y no hubiera remedio que conformarse…

El dolor invadía cada rincón de nuestras casas por papá. No sabía que decirle a Miguel y cada vez que intentaba preguntarle cómo se sentía… se me hacía un nudo en la garganta. Veníamos de regreso del entierro y no lloraba, pero no soporté más y detuve el auto y comencé a llorar… traté de ser fuerte en su frente, porque el es sólo un niño… y no pude. Mientras lloraba… el me toma con sus manos de la cara y me pregunta si lloraba por el abuelo y le dije que sí, que lo extrañaría mucho. Pero el con una mirada de ángel y como si estuviera seguro me dice que no me preocupara, que el abuelo estaba vivo, que él vivía en nuestro corazón y me da un abrazo. Y me puse a llorar más porque en vez de yo consolarlo, el me consolaba a mi… y lo más mágico en eso, es que sus palabras me recordaban a papá. Por las noches lo escucho decir “tata” y me da un apretó en el corazón de verle… y todos los días abre la puerta y va hasta la vereda donde cayó papá y regresa. La verdad me duele mucho, pero sé que lo superaremos. Y como dijo papá, las personas viven en el corazón, que sólo las dejamos de ver.

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