Daimer´s

9/1/13

La paliza de mamá


-          Por qué no hablas?... me llamaste y no te animas a contarme el motivo, o te has arrepentido?
-          (…)
-          Bueno… creo que debo irme porque…
-          Espera…
-          Si.
-          Aún tengo mucha vergüenza.
-          No temas, no estoy aquí para condenarte y si para escucharte… cuéntame que te ha sucedido…
-          Siempre fui una persona calma, centrada, pero para los demás, para las personas que para mi me eran útil. Pero siempre escondí la maldad bajo mi apariencia. Conquisté a la mujer de mi vida y tuve un hijo con ella, pero nunca valoré. No tienes idea de como me siento hoy. He podido ver en mi mismo como era mi vida entonces. Sabes… me avergüenzo de mi mismo y se me amarga la boca. Las veces que le pegué a mi mujer durante el día… la angustia del hijo… yo era el monstruo en mi propia casa. Pero saliendo a la puerta, era el ángel que todos querían tener el privilegio de sentar en la mesa.
-          Pero qué te motivaba a hacer tales cosas?...
-          Creo que el poder ser yo mismo, quería dominar lo que veía y no siempre conseguía y todo mi fracaso, lo devolvía con quienes estaban ahí, en casa. Ya que tenía que trabajar  y ellos de mi dependían. Quisiera volver… para pedir perdón, pero no es suficiente… el mundo que construí… pues también lo destruí. Nada es tan espantoso como el final que me di. Hoy siento como era tan fácil el poder ser otra persona… solo debía de creer en mí mismo… decir un te quiero y no preguntar si me quieres, dar una caricia y no un puño, construir el amor y no destrozar el amor. Las veces que pode llorar de felicidad y no ofrecer hostilidad. La vida estaba en mi casa, en mí mundo, en el abrazo de mi hijo, en la sonrisa de mi esposa.  Recuerdo un día que me dijo que no era su padre, porque su padre no era malo como yo… ese día le partí los dos dientes con la cuchara que yo comía… el otro día ví cuando pensé en ese día, que sucedió… porque yo me había levantado. Lo vi caer de su silla en la mesa y sangrando mucho, el no lloraba, pero respiraba como si tuviera terrible angustia, como si tuviera asma.
-          El niño  tenía esa enfermedad?
-          No. Al menos que yo sepa nunca tuvo alguna enfermedad, pero creo que fue el dolor del momento, sus labios quedaron gruesos al momento. No tienes idea… no sabes cómo me duele ese día ahora.
Siento como si el pecho quisiera arrancarse de mi de tanto dolor… es un peso que me aprisiona y me aprieta y otra vez, vuelvo a sentir el pecho queriendo salir.
-          Donde estás ahora?
-          Estoy en un lugar azul, es como el vidrio, resbaladizo y frio. Es terriblemente frio. Es enorme el lugar y solo yo vive en el. En el techo… pasa mi vida una y otra vez, y cada vez que me veo, siento doble dolor y cuando pienso que no soportaré más, otro dolor más intenso me apuñala el corazón por horas. Se que mi hijo me ha perdonado, pero cada vez que escucho su perdón, me asfixia al punto de desmallar. Pero no se desmalla ahí, no se muere, no se ríe ni se grita. No hay sonido, solamente tu recuerdo escuchas y ves.
-          Como falleciste?
-          Fue un lunes… mi madre vino a casa. Mi mujer le contó lo que yo les hacía y ella me esperó con una escoba y mal entré y me comenzó a pegar. Me insultaba y decía de que pena que luchó para no abortarme, que si ella hubiera sabido me había matado…
-          Tu madre tenía razón…  ella no esperaba eso de ti.
-          Si. Hoy lo comprendo, pero en aquel momento solo tenía rabia de mi mujer y le pegué por  hablar demasiado, mi madre me agarraba por detrás y me pegaba para que la soltara, pero me di vuelta y la tiré contra  un aparador, le di tres cachetadas que la dejaron tonta por cinco minutos. Hoy vi como mi hijo lloraba tirado en el piso. Vi también que mi mujer le mojaba la cara con un paño a mi madre… porque yo estaba saliendo para afuera… es que le di tan fuerte que el dolor me agarró el brazo y me corrió una puntada ardiente por el pecho y caí. Se me había reventado el corazón. Un infarto fulminante, que ni Dios podía salvar en medio segundo.
-          Y desde ese día todo se oscureció?
-          Si, pero no es oscuro, es azul, todo azul y frio, muy helado y solitario… hasta que llamé a quien me pudiera escuchar el pensamiento. Entonces  creo que esta es mi única oportunidad de que alguien pueda decirle a mi hijo que me perdone, que hoy sabe lo cuanto perdió. Pero que nunca sea como yo… a mi esposa y a mi madre… nada… me da vergüenza de decirles cualquier cosa, porque si me perdonan nuevamente, será doble mi castigo, y por mi hijo yo pago hasta tres veces el dolor.
-          Escribe la dirección de tu casa y los nombres para que pueda ir a ellos.
-          (…)
-          ¡¡Estas desapareciendo!!… espera… espera!!

Daimer´s ©

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