Daimer´s

18/8/14

El Esposo que yo tengo.

 

…tomé mi campera y salí. No quería estar sofocado con su presencia. No tenía rumbo en mi propia casa. La felicidad que pensé tener con ella, no era más que un entusiasmo por algo diferente, o quizás el sueño de todo matrimonio.

De tantas peleas y discusiones diarias por cosas estúpidas, mi amor por ella se fue enfriando y no porque yo lo quisiera, sino porque ella lo mataba día a día.

Esa tardecita que salí para refrescar la memoria, luego del tormento con mi mujer, la encontré a ella. Era bonita, aunque estaba media mal vestida, a lo lejos noté que era prostituta. Me fui acercando y ella me dio un buenas noches con voz trémula y débil. La miré y me miraba fijo, a lo más profundo de mi y me dijo – Parece que somos dos en tener un día gris a pleno sol.

Me detuve ante tales palabras y le pregunté si me conocía, ella miró hacia abajo sin responder y levantó su rostro. Me dijo que no, pero si le permitía y si en algo ella pudiera servir, que contara con ella. Le pregunté si quería charlar, podíamos hacernos compañía para no estar tan solos, claro que si no sería pérdida de tiempo para ella.

Se pasaron cuatro horas de charla y terminamos abrazados llorando uno con el otro. Ella se había dedicado a la prostitución para poder llevar adelante sus sueños. Pero que pretendía un día, marcharse de este lugar, donde tuviera un comienzo, con un hombre que fuera el padre de sus hijos. Le pregunté si los tenía y ella dijo que no, que nunca quiso quedarse embarazada, pues tener un hijo sola, es tarea que para la profesión, solo tiene pérdidas. Que no podía dejar a su hijo solo, para trabajar en la calle. Que quería estar a su lado junto a su padre para apoyarlo, para que tuviera un mundo feliz y fuera amado. Pero su sueño de madre y esposa, estaban distante. Pero me recordó que debía regresar a pedirle disculpas a mi mujer, que nunca le contara que estuve conversando con ella, ya que no sería bueno para el.

Pero yo le dije, que si tuviera solamente un lugar donde pasar la noche, no volvería a mi casa. Ella sin pensarlo, me dijo que su casa era pequeña, pero que si quería, podía pasar la noche allí. Como era tarde, nos fuimos a su casa.  Me propuso a que la acompañara a cenar algo a la madrugada que nos rodeaba y en minutos, una pequeña mesita estaba repleta de frutas y jugos. Luego… quiso darme su cama y dormir en el piso, pero me negué a que lo hiciera, ya que era su casa y una dama.

A la mañana, me levanté para ir tarde al trabajo, pero al pasar por mi casa, mi mujer seguía furiosa e inculcándome cosas que no existían y cobrándome situaciones que no tenían fundamento o complicidad para ambos. Banalidades fundamentaban el dialogo alterado que me regalaban esos labios a los cuales amé. A la tardecita, aunque mi mujer estaba más calma, yo ya tenía una misión a cumplir. Ver a mi nueva amiga, la dama de la acera. Cuando me vio, me sonrió de lejos. Por primera vez sentí una alegría de ver una mujer. Le dije que quería charlar con ella… Pero me dijo que no podía, tenía que trabajar, que siguiera mi camino porque si me veían con ella, nadie se acercaría. Le dije que compraba las horas, que se las pagaba como a un cliente, pero que charlara conmigo. En mi corazón estaba la decisión grabada a ternura. Esa mujer quería para esposa. Pasé todo el tiempo pensando en ella y no me importaba la que era mi mujer. Ella lloró, pues se arrepintió de haberme invitado a pasar la noche. Que por su culpa le había hecho daño a una mujer, que había destrozado una familia quitando el hombre de la casa. Me rogaba que no lo hiciera, pues no quería que la tratara como una vagabunda, que si bien era prostituta, tenía su honradez y sus virtudes. Aunque no le conté la mitad de lo que pasaba en  mi mundo, yo sabía que estaba haciendo lo correcto, mi corazón me lo pedía. En un momento que lloraba pidiéndome que me fuera, la abracé y luego la besé… le dije que me permitiera probarle que quería amarla, que yo quería ser el padre de sus hijos y el marido el cual ella esperaría en el portón de la casa.

Que si ella quería salir de esa vida, ahora sería, conmigo, yo me proponía a esforzarme para llegar junto a ella, donde ella quisiera, mismo que al final me dejara por un sueño.

-Y qué pasó con tu otra esposa papá?

-No lo se… no quiero hablar de ella, pues aunque no fui feliz a su lado, en toda esa infelicidad que me dio, me mostró el camino a la felicidad. Pues de otro modo, no sería feliz ni ella ni yo. Aquel día yo le dije la verdad, volví para decirle que me separaba, que no sería más su marido. Aunque lloró, me siguió insultando. Si decir la verdad, depende mi felicidad, yo la digo aunque muera dos minutos después. Pero es mejor ser feliz un minuto, que infeliz una vida entera. Y la madre de ustedes, es feliz y yo también… aquí dentro está lleno del amor, todo el aire que respiramos es el amor que nosotros tenemos.

-Yo te amo papá

- Yo también te amo papá y gracias por sacar a mamá de la calle.

- No hijo, ella me sacó de la calle y me dio una familia preciosa. Ustedes son el tesoro más grande que nosotros tenemos y mañana, tendremos una fiesta… pues una señorita cumple catorce años y hay que agrandarle las orejas… Bueno vallan a dormir que yo debo ir a robarle unos besos a mi novia… así que cuando les digan que mi novia es una prostituta, ustedes digan que yo soy el único cliente y amante… y esa sombra que hay detrás de la puerta… ¿no se parece a la de mi novia?

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