La razón por la que le pedía a Dios que no lloviera, es porque no sabía
dónde ir. No tenía a nadie en su vida. Su padre a pocos días había fallecido y
su madrasta, lo echó de la casa. Si bien nunca ocultó de su poca simpatía para con el, mientras su padre
era vivo, ahora tenía el motivo perfecto para deshacerse de el. Todo le fue
negado y si bien tenía madre, esta nunca lo quiso. Ahora lo más que quería, era
un trabajo, un poco de comida y descansar seguro bajo un techo. No tenía amigos, no
tenía conocidos, solamente necesitaba una oportunidad, pero nadie se la daba. Hoy quedaría en la plaza,
consumiéndose de hambre.
-
Cuando mi padre era vivo, yo tenía todo. Pero ahora…
ahora… lo extraño mucho- Me dijo con una voz trémula.
La calle no es un lugar seguro para un chico de esa edad, pero que
poder hacer ante este caso. No hay lugar de refugio que se pueda estar en
tiempo integral. Supe entonces, que
debía hacer algo por el muchacho, la vida tiene un giro propio e impredecible,
mañana puedo ser yo. No pretendiendo ser el buen samaritano, pero si tuve la curiosidad
ante la visión tan triste, puede que Dios me lo halla encomendado. Así que lo
invité a mi casa, que si le gustaría cambiar de vida, yo podría ser de gran
ayuda. Dios es testigo de que al menos mi parte lo intenté.
Me dijo que si le permitía, trataría de honrarme y colaborar así que
consiguiera un trabajo. Al instante su rostro se iluminó. Mientras veníamos a
casa, me contó tantas cosas que es posible que ya no llorara. Pero la verdad
que era diferente, no se drogaba ni tenía vicios.
Al llegar, preparé una cena solamente para el. Claro que hasta el fondo
de la olla se limpió. Pero era de cortar
el corazón la escena.
Luego de una media hora, el agua se dio contra el techo. El me
preguntaba y yo a él. Intentábamos charlar para conocernos. Era alguien especial al que la vida no le
sonrió, quizás porque sus padres no
estuvieron presentes para educar correctamente. La soledad que lo envolvía era
como una gran caparazón y romperla, solamente con el arma más poderosa, el
Amor. Yo no sentí temor ante el extraño, sino que una gran voluntad de ayudar
me invadió el corazón. Pero me
preguntaba si sus padres, al menos uno, nunca pensó en que si no podían criar
un niño feliz, para qué traerlos al mundo?.
Es el deber de cada adulto, contemplar y proteger en todos los sentidos
a todo pequeño, para que estos puedan seguir los pasos del conocimiento. Esto es
la consecuencia de un libertinaje irresponsable, del sexo sin amor. De los
encuentros erróneos y sin fundamento. Es este el resultado de una o dos vidas,
que no tienen el mínimo respeto de lo que es ser Humano. Es terrible la idea de concebir tanta crueldad,
pero el muchacho fue condenado al abandono y desamparo. Aun así, no se había
corrompido en el profano deseo de triunfo que la calle brinda. Me arrepentiría
después? No lo sé, pero era necesaria una labor sacrificada por una vida que
mostraba el fruto de la irracionalidad adulta. Tanto su padre como su
padre, tuvieron las herramientas y la
sabiduría en sus manos, antes de que el muchacho fuera concebido, pero no las
usaron. Fueron cegados por la torpeza del deseo y sucumbieron en las llamas de
la irresponsabilidad. Luego, vino el dolor de cabeza, y para querer verse
libres, lo mejor es terminar el mal de raíz.
Aunque su padre lo hubiese ayudado y amado más que su madre, no pensó en
el futuro, que no le daría para completar su misión como padre. El futuro es
incierto como la tormenta, nadie sabe como será después que comienza a llover.
Luego que nos acostamos, en la oscuridad sentí su voz pronunciar mi
nombre, contesté y me dijo – Gracias por haberme dado la oportunidad de no
dormir en la calle y gracias por la cena-
Yo confieso que su voz rompía mi corazón, y al mismo tiempo me
entusiasmaba la tarea de reconstruir lo que en el estaba destrozado, el
concepto de Familia.
Que lo había pasado bien, pero
tenía que volver a la calle. El no quería pero era todo lo que el tenía ahora.
Me pidió si al menos podíamos ser amigos y visitarme algún día.
Yo le tomé una mano y le dije:
-
Si te ha
gustado mi casa, si te he agradado, si me dejas, quiero ser tu familia. No
necesitas volver a usar las calles como tu casa. Quédate aquí y juntos luchamos
en el futuro, tú me apoyas y yo te apoyo. Mi casa será tu casa y lo que coma, tú
también comerás. No tengo todo, pero lo que tenga, eso te lo comparto. Quieres ¿te
gustaría vivir aquí para siempre?
Sabes… creo que como nunca sentí un momento como este, el me abrazó y
llorando me dijo que sí, que sí, que sí… También lloré abrazado a el y sentí
que mi mejilla, recibía un beso. Entendí
que en ese momento, su alma estaba ligada a la mía, supe que no todo estaba perdido dentro de su
corazón. Que muchas veces la rebeldía de un muchacho, está fundada en el actuar
de sus padres. Mira a su hijo y sabrás como ellos son. Porque escrito está, que
aunque tú madre y tu padre te abandone, Dios nunca lo hará.
Así fue ese día y aunque la lucha fue grande y los comentarios
maliciosos abundantes, yo sabía que lo que un día alguien hizo por mi, yo debía
hacerlo por alguien. Porque también yo estaba solo en esta vida y alguien compartió
la suya conmigo… por tan solo el simple hecho de ayudar. Alguien que me enseñó
que el egoísmo, es la desgracia humana más común. Y que lo que hoy haga, Dios mañana no me lo va agradecer, pero
yo si a el, porque al hacer, acortaba la distancia de la ignorancia y me acercaba
a la sabiduría. Porque un hecho de
gratitud, te hace ser un ser humano más elevado y el universo abre sus puertas
para favorecerte.
Daimer Santuche H.
Daimer´s © (Historia real)
daimers.blogspot.com
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