Daimer´s

16/10/14

Cuando hechaste a la calle a tu hijo (Historia Real)

… y pensé, creo que se viene el agua. Caminaré unas cuadras más y regresaré. La distancia era considerable y si el viento no era más rápido, llegaría con el agua a casa.
Era esa tarde del 11 de febrero, tan linda como un día de verano. A lo lejos vi a un joven de parecer muy agradable, pero en su rostro le cacheteaba una tristeza que hasta la curiosidad que me vino, casi se pone a llorar. Cómo es posible que un joven pueda a tan corta edad, tener tanta amargura? Cuando se hubo sentado en un banco de la plazoleta que nos separaba, yo llegué y le pregunté como para comenzar un diálogo, si llovería hoy. Me dijo que no sabía decirme, pero que le pedía a Dios que no lloviera. Entonces como por un pase de mágica, comenzamos  a hablar y me contó tantas cosas…
La razón por la que le pedía a Dios que no lloviera, es porque no sabía dónde ir. No tenía a nadie en su vida. Su padre a pocos días había fallecido y su madrasta, lo echó de la casa. Si bien nunca ocultó de su  poca simpatía para con el, mientras su padre era vivo, ahora tenía el motivo perfecto para deshacerse de el. Todo le fue negado y si bien tenía madre, esta nunca lo quiso. Ahora lo más que quería, era un trabajo, un poco de comida y descansar  seguro bajo un techo. No tenía amigos, no tenía conocidos, solamente necesitaba una oportunidad, pero nadie  se la daba. Hoy quedaría en la plaza, consumiéndose de hambre.
-          Cuando mi padre era vivo, yo tenía todo. Pero ahora… ahora… lo extraño mucho- Me dijo con una voz trémula.
La calle no es un lugar seguro para un chico de esa edad, pero que poder hacer ante este caso. No hay lugar de refugio que se pueda estar en tiempo integral.  Supe entonces, que debía hacer algo por el muchacho, la vida tiene un giro propio e impredecible, mañana puedo ser yo. No pretendiendo ser el buen samaritano, pero si tuve la curiosidad ante la visión tan triste, puede que Dios me lo halla encomendado. Así que lo invité a mi casa, que si le gustaría cambiar de vida, yo podría ser de gran ayuda. Dios es testigo de que al menos mi parte lo intenté.
Me dijo que si le permitía, trataría de honrarme y colaborar así que consiguiera un trabajo. Al instante su rostro se iluminó. Mientras veníamos a casa, me contó tantas cosas que es posible que ya no llorara. Pero la verdad que era diferente, no se drogaba ni tenía vicios.
Al llegar, preparé una cena solamente para el. Claro que hasta el fondo de la olla se  limpió. Pero era de cortar el corazón la escena. 
Luego de una media hora, el agua se dio contra el techo. El me preguntaba y yo a él. Intentábamos charlar para conocernos.  Era alguien especial al que la vida no le sonrió, quizás porque  sus padres no estuvieron presentes para educar correctamente. La soledad que lo envolvía era como una gran caparazón y romperla, solamente con el arma más poderosa, el Amor. Yo no sentí temor ante el extraño, sino que una gran voluntad de ayudar me invadió  el corazón. Pero me preguntaba si sus padres, al menos uno, nunca pensó en que si no podían criar un niño feliz, para qué traerlos al mundo?.  Es el deber de cada adulto, contemplar y proteger en todos los sentidos a todo pequeño, para que estos puedan seguir los pasos del conocimiento. Esto es la consecuencia de un libertinaje irresponsable, del sexo sin amor. De los encuentros erróneos y sin fundamento. Es este el resultado de una o dos vidas, que no tienen el mínimo respeto de lo que es ser Humano.  Es  terrible la idea de concebir tanta crueldad, pero el muchacho fue condenado al abandono y desamparo. Aun así, no se había corrompido en el profano deseo de triunfo que la calle brinda. Me arrepentiría después? No lo sé, pero era necesaria una labor sacrificada por una vida que mostraba el fruto de la irracionalidad adulta. Tanto su padre como su padre,  tuvieron las herramientas y la sabiduría en sus manos, antes de que el muchacho fuera concebido, pero no las usaron. Fueron cegados por la torpeza del deseo y sucumbieron en las llamas de la irresponsabilidad. Luego, vino el dolor de cabeza, y para querer verse libres, lo mejor es terminar el mal de raíz.  Aunque su padre lo hubiese ayudado y amado más que su madre, no pensó en el futuro, que no le daría para completar su misión como padre. El futuro es incierto como la tormenta, nadie sabe como será después que comienza a llover.
Luego que nos acostamos, en la oscuridad sentí su voz pronunciar mi nombre, contesté y me dijo – Gracias por haberme dado la oportunidad de no dormir en la calle y gracias por la cena-
Yo confieso que su voz rompía mi corazón, y al mismo tiempo me entusiasmaba la tarea de reconstruir lo que en el estaba destrozado, el concepto de Familia.
Al otro día, al  ir a ver si lo que mi memoria me estaba recordando era verdad, lo vi sentado en la cama y llorando. Me acerqué, le pregunté el motivo y dijo que era porque ya tenía que irse.
Que lo había pasado  bien, pero tenía que volver a la calle. El no quería pero era todo lo que el tenía ahora. Me pidió si al menos podíamos ser amigos y visitarme algún día.
Yo le tomé una mano y le dije:
-          Si  te ha gustado mi casa, si te he agradado, si me dejas, quiero ser tu familia. No necesitas volver a usar las calles como tu casa. Quédate aquí y juntos luchamos en el futuro, tú me apoyas y yo te apoyo. Mi casa será tu casa y lo que coma, tú también comerás. No tengo todo, pero lo que tenga, eso te lo comparto. Quieres ¿te gustaría vivir aquí para siempre?
Sabes… creo que como nunca sentí un momento como este, el me abrazó y llorando me dijo que sí, que sí, que sí… También lloré abrazado a el y sentí que mi mejilla, recibía un beso. Entendí  que en ese momento, su alma estaba ligada a la mía, supe  que no todo estaba perdido dentro de su corazón. Que muchas veces la rebeldía de un muchacho, está fundada en el actuar de sus padres. Mira a su hijo y sabrás como ellos son. Porque escrito está, que aunque tú madre y tu padre te abandone, Dios nunca lo hará.
Así fue ese día y aunque la lucha fue grande y los comentarios maliciosos abundantes, yo sabía que lo que un día alguien hizo por mi, yo debía hacerlo por alguien. Porque también yo estaba solo en esta vida y alguien compartió la suya conmigo… por tan solo el simple hecho de ayudar. Alguien que me enseñó que el egoísmo, es la desgracia humana más común. Y que lo que hoy  haga, Dios mañana no me lo va agradecer, pero yo si a el, porque al hacer, acortaba la distancia de la ignorancia y me acercaba  a la sabiduría. Porque un hecho de gratitud, te hace ser un ser humano más elevado y el universo abre sus puertas para favorecerte.


Daimer Santuche H. Daimer´s © (Historia real)

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