…no había egoísmo en ellos, sus ojos no destilaban desconfianza, su
mirada era tierna y esperaba lo que le dijeras, como algo nuevo y de gran
belleza, pues en la simpleza de lo que fuera, para ellos, era un festín de
encantos. Sus cuerpos era todo un desafío, aprender y hacerlo bien, era un
logro. La música débil y de selección melodiosa, parecía atraparles en una nube
de arco iris. Es como si vieran cosas que no vemos. Cosas que perdimos con el
pasar de los años.
La mente es un mundo desconocido y cuanto más se conoce, menos se sabe.
Están ahí, nacen en cualquier parte, en cualquier hogar o proyecto de hogar. Nos
están diciendo algo que pasamos muchas veces en alto. Vivir. Ser lo que queramos,
disfrutar cada segundo de momento.

Ellos están presos dentro de si, no pueden salir y su cárcel, varía de
tamaño, según su estado. Es como si fueran canción de una nota sola, otros, de
dos… y así. Semejantes a un rompecabezas incompleto o de varias piezas, que no
tienen sentido o guía de armar, sin formas semejantes, sin matices y sin
dibujos aprendidos o enseñados. Están luchando entre si, con tanta información
que los invade, luchan para poder salir adelante, pero no alcanzan una meta, no
llegan al muro, la escalera se rompe o las paredes resbalosas y lisas. Se
cansan y vuelven a intentar.
Muchos se pierden en ese mundo sin igual y lo que es parecido o
conocido, se aferran como forma de protección.

Vi y lloré. Estaba un niño de unos cuatro o cinco años, en su mundo, jugando
con un papel, cuando de pronto, es arrancado de su mágico mundo de ternura y
aventura, por un tapa en sus mejillas, sin saber el motivo, se cruzó de brazos
y comenzó a sollozar bajito. Su comportamiento fue de protegerse, esconderse
ante el daño que sufría. No ver la maldad. Una reacción abrupta y desubicada
del adulto que pretendía captarle su atención. De igual manera o aún mucho peor,
es la mente de estos que vengo hablando. No tienen tiempo o espacio, solo
sienten limitaciones y ganas de ir, ser. No se sabe quien está premiado para
quedar con una enfermedad mental, pero sea cual sea, si de nacimiento o de
algún trauma, nadie está libre. Todo pausa, todo es nuevo, todo es fatigoso y
los demás, son todos ocupados para si.
No viven lo que deben de vivir, corren y no se detienen, cuando la vida es
mucho más de lo que se aprende. Los que tienen límites, llegan mucho más lejos
y los que no tienen límites, solo van hasta allí y ahí se quedan. No disfrutan
de lo que tienen, no corren, no vuelan, no imaginan, no sueñan.
Y entonces me puse furioso, con aquellos que tienen todo y se quejan,
con los que corren y nada ganan, con los que piden y no cuidan, con los que
duermen y no sueñan. Con los que aman y no sienten, con los que sienten y no
Aman. Con los que tienen fe y no Creen, con los que creen y no tienen fe. Con
los que ven y nada aprecian, con los que aprecian y están ciegos. Me turbé de
corazón y me di cuenta, que no puedo ver todo esto y ser como todos. Pero rogué
al cielo un milagro y no hay cura ni milagro. Solamente existe una provisión de
anestesia ante cada problema. Amar.

Para aquellos que están libres, solo les resta aprender de lo que un
prisionero mental dice en su mirada, en su luz. Disfruta y hazlo bien. Cuando
llegues a tu casa, dale la bienvenida a tu corazón, disfruta del estar sentado
con una taza de té, de mirar la luna, de ver a un niño correr y reír en la
habitación. Disfruta del cariño que te brinden los animales que esperan de tu
mano. Agradece el viento que te empuja a
casa cuando sales del trabajo fatigado. De Dios que te pinta cada día el cielo,
de un color diferente. Porque cuando te toque estar aprisionado en tu mente,
pasarán por ti y te verán al sol y ellos serán extraños a tu mirada, cuando en
tu mesa, compartieron de tu vino. Es ahí que toda altivez y arrogancia es
tirada a tierra y absorbida como gota de agua en tierra desértica y caliente
del sol del mediodía. Y quizás no tengas tiempo de ver lo bello que dejaste por
vivir, por entretenerte en la corrida por la felicidad, cuando tu eras la
felicidad.
No quiero ser egoísta ni robarme la felicidad de vivir y poder decirle
a alguien lo mucho que le quiero. No sea que mañana, despierte en una cárcel mental
y venga a ser prisionero de mi mismo.
Daimer Santuche H (C)
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