Despertar a la vida.

…Y desperté de un sueño profundo, tras el beso pálido de la muerte, no sabía el tiempo, solo sabía que lo había dejado todo allí. Vi que no habían promesas, se había secado todo. No me restaba nada, solamente a mi mismo. Me di vuelta y recordé que cuando pasé, todo era verde, todo era mágico y comencé a llorar con gran lamento y casi no veía a causa de mis lágrimas abundantes, que nublaban mi visión. No había canto, no había aire ni se sentía el abrazo del sol. Comencé a correr para intentar llegar al comienzo con todas mis fuerzas. No sabía que tan lejos estaba, pero quizás aún tuviera tiempo. Sentía que debía una disculpa, sentía el perdón gritando a voz de trueno en mi pecho… una melodía invadía mi corazón, me desgarraba lo que era por dentro y revelaba en mi, esa persona que debí ser. Se me caían a pedazos esos sentimientos  que llevaron mis pensamientos a la terrible desolación. Recordaba el mal que le causé a mi familia y de rodillas me caía, lloraba, me perdía, giraba a mi alrededor en medio de la nada y una terrible vergüenza y remordimiento me apuñalaba… pero me levantaba y llorando volvía a correr… correr y correr hacia atrás. Veía pasar a mi lado sentimientos y recuerdos que estaban sepultados por mis caprichos e ignorancia, como fantasmas pasaban a mi lado y solo sonreían mientras yo a pedazos continuaba corriendo. Vi unos niños y entre ellos me vi a mi mismo. Me detuve y también mi corazón. Vi cuando mi madre me acariciaba y me cuidaba para que fuera una gran persona y mientras agonizaba… se me aceleró de golpe el corazón y vi caer al piso unas gotas de lágrimas cuando mi madre se enteró que ya estaba perdido. Y volví a correr… y ya no sentía nada de nada, no recordaba nada. Y una terrible fuerza me cayó en sima y caí revolcándome a causa del impacto. Quedé de cara al cielo y cada esencia de mi, renacía. Quien era yo… ya no importaba, moviendo mis labios y tratando de pedirle perdón a Dios… lloraba mi alma. No podía decir nada, solamente temblaba. Que miserable era y que creído estaba, de que era una fortaleza. Una sombra me arrastró y me mostró el camino de los valientes y me di cuenta que ahí debía de estar yo… y cuando fui a mirarle el rostro oscuro, me cacheteó con gran violencia y mi espíritu casi se fue de mi. No amaba, no soñaba porque no estaba en el camino de los valientes. Ellos tenían la paz y la virtud que no tiene precio. Había cambiado mi vida y mi libertad por ser esclavo de mi mismo. La sombra me amargó el corazón y me abandonó cuando me puse de pie, temblando pero con un basta arrancado de mi más profundo interior y aunque intenté gritarlo, solo se me escapó sin hacer ruido, pero se movía cada cosa por donde pasaba. Comencé a ver luz reflejando hacia afuera de mi interior. Y recordé que delante de Dios están las oraciones de cada persona que se acordó de mi… que a Dios le pidió que me salvara. Por eso, me levanto del polvo, porque nací para ser un vencedor y si Dios me regaló el libre albedrío, que es el máximo poder de mi humanidad, veo y recibo la fuerza que me impulsa a luchar. Ni un día más me someto a la esclavitud, seré tan fuerte como el viento y tan quemante como el sol. Vivo y viviré para ser una persona como debo ser. Conquisto hoy mi libertad bajo la sombra de Dios. Y corrí como nunca, porque solamente el camino antiguo, la senda trazada es la que te lleva al triunfo. Rechacé la vida un día, pero a tiempo me di cuenta que estaba en mi el poder de hacer. Y llegué a la calle de mi casa, serca de la puerta y en la ventana, un rostro triste se iluminó y gritó mi nombre… la puerta se abrió y de ella salió la luz más brillante que hubiera visto… ahí estaba la Vida, lo que a veces se llama familia, amor… la libertad y la razón. Y entendí que hay que vivir hasta morir, para un día llegar al cielo de Dios con una sonrisa y decirle –Gracias viejo… gracias.

El mensaje secreto de Inala.

Daimer Santuche H.