Daimer´s

30/6/16

La sombra de Moises

… tienes que atravesar este umbral y comenzarás a caminar por el otro lado, el lado de los elegidos, los únicos que caminan entre los dos mundos. – Me dijo-
Y al cruzarlo sentí una leve sensación de calma inexplicable.  El salón era enorme, como si los dioses ahí se reunieran.
Se oía una voz que hablaba un extraño idioma, aunque no entendía nada, me di cuenta que no estaban en una conversa amigable. Al entrar todos los que ahí estaban  me miraron tan penetrante que casi desmayo.
-Que poco estimas tu vida mortal – Me dijo uno-
-Y por esta cosa… ustedes pelean?- Dijo alguien al cual no pude alcanzar su movimiento.-
-Disculpe – Dije a uno que me parecía amistoso- Quisiera saber que hago aquí y quienes sois vosotros… - Pregunté con temor.
- Se te ha permitido llegar porque se discute la muerte de tu especie en un abrir y cerrar de ojo. Y nada más justo que anexar un discurso de defensa con al menos uno, de los condenados, tú… para hacer lo correcto. –Me dijo.
- Una pérdida de tiempo, yo digo que se riegue la tierra con el polvo húmedo que aloja la vida. –Dijo otro- pero que hable el humano elegido y quizás nos convenza más rápido de la extinción.
-Adelante!- me dijo el que parecía amable.
-Yo no se quienes sois vosotros, pero si habéis llegado a reuniros por nuestra causa, es porque no habrá mucho que hacer. Más puedo decirles que… vivir no es cualquier cosa. Se necesita un coraje poderoso y una valentía heredada de algún Dios. Los humanos pueden ser tan malos, como tan bondadosos y misericordiosos.  Y se me ha traído aquí para escuchar una sentencia en primer lugar, que no me daría una vida para decir a cada uno de mis hermanos de que morirán. Vosotros sois poderosos y nada podremos hacer. Pero entre todas esas personas existe un tesoro al cual alumbraría una eternidad, un millón de mundos del tamaño a la distancia que alcanza vuestra visión. Se llama Amor. No han muerto todas las personas que usan sus manos para transformar el dolor en vida, si es cierto que hay quienes se rebelan contra todos y practican la ignorancia, debido al impulso de la rabia, pero con todo, son capases de hacer lo imposible en defensa de la vida de otros, si de la suya depende.
 Los humanos a los cuales querréis aniquilar, son capaces de unirse a una sola voz y luchar hasta la muerte con las fuerzas que conocen en su interior. Y al hacerlo, no solo pelearán por su vida, si no por su tierra que es la casa que conocen. Y sería una cobardía de vuestra parte, aniquilarles en un abrir y cerrar de ojo, ya que no es justa la batalla si el oponente no tiene el derecho oportuno de luchar o rendirse.
Yo no se cuál de vosotros es el Dios de los humanos, el único, el más poderoso o si existe uno que de su existencia, descienda mi vida y recordaos que no soy más que polvo como habéis dicho. Pero si hoy se me concede la oportunidad y el privilegio de llegar a su presencia, le rogaría regando el suelo que pisan sus pies, con mis lágrimas e imploraría por la vida mía y la de todos. Es hermosa la vida y triste la muerte… porque no sabemos que hay más allá de ella.
Corto es nuestro vivir, pero en aprendemos a soñar, a querer, a luchar, a correr… a sentirnos libres y aprendemos que hay un Dios único dador de todo lo que existe, un Dios que nos ama y que nos trata como un padre humano, trataría a uno de sus hijos. Alguien que nos espejamos y podemos centrar nuestro corazón en la bondad que tiene para con nosotros. Que aunque ninguno le ha visto, se deja oír y sentir. Un Dios que está atento a nuestro clamor y si lloramos, desde su morada nos oye la voz.
Por El y por nosotros, por lo que creemos y somos, pelearíamos hasta la muerte con lo conocido o desconocido si el fin es ese. Somos la vida y conocemos la muerte… la que se lleva de nuestra presencia lo que amamos. Esa es nuestra mayor batalla y si vosotros representáis la muerte y el fin de todo lo que conozco… entonces debo luchar yo también. Y no porque tenga una familia, sino para que también las aves que visitan mi jardín, tengan la oportunidad de vivir y la esperanza de encontrar las migajas que dejo en mi mantel para ellas.
Se me ha permitido hablar pues que también se me permita vivir y si esto no es posible, se me permita luchar con todas mis fuerzas para tener derecho a la vida y si yo gano, todos mis hermanos y lo que la Vida representa, sean perdonados y esta muerte decretada, no se sepa ni se vuelva a retomar.
-El polvo ha hablado-
-Corrige tus palabras, es un humano y no está sólo – Dijo una voz que entraba al medio de aquel concilio de dioses. Era un anciano semejante a un rayo.


Daimer Santuche H.
  (Uruguayo)

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