La desgracia de tu mamá

Es vergonzoso para un hombre mayor de cuarenta años, llevarle disgustos a su madre mayor de setenta.

Una madre siempre llora por sus hijos, vivos o muertos. Sería mucho mejor tratar de mentirle todo el tiempo de que todo va bien y contarle a medias, las desgracias de la vida para fabricarle un final aceptable.

Una madre siempre quiere que sus hijos estén bien, lleguen contentos a su presencia y no con un puñado de palabras ásperas y actitudes imprudentes. La que da la vida, es como Dios, se preocupa para que todo le vaya bien… quiere que todo esté en armonía y que tengamos decisiones inteligentes. Seguro que en algún momento, se va a proponer saber si realmente nos va bien y alguna que otra opinión dará. Dejadla contenta y dile que dio resultado… cuando sabes que no dará. Seguro que con el error aprenderás una lección. Se nos olvida que una madre es una mente que piensa a favor de sus hijos… así que si le dices dos, ella pensará en una secuencia de resultados a tales primicias, exponiendo lo positivo y lo negativo.

Es vergonzoso ver y saber, oír o presenciar a un hijo que solo fabrica problemas y disgustos en sus caminos, por sus propias malas decisiones. La Biblia dice que el que honra a sus padre, Dios le añadirá vida larga y de abundante bendiciones. Pero yo digo que la mayor bendición de la vida, es la Vida en si mismo y poder ser agradecido y ofrecer virtud con nuestra presencia. No hay hijo mayor o menor, existen hijos complicados y mal aprendidos. La rebeldía te destroza el futuro y hace migajas a la humildad.

Veo la deshonra en hombres y mujeres que siguiendo una vida sin metas, tras las cosas fáciles, se meten a un pozo vicioso de problemas que fabrican más problemas.

Personas que no tienen la humildad y la dignidad de donar un poco de su tiempo a quien le ha dado tanto. Personas que miran el dinero antes que la magnitud y la pureza de un gesto amable. Personas que matan a sus padres por sumar una moneda a más… la que mañana, perderán y se sentirán más vacíos que bolsa sin fondo.

Cuando se pierde la madre, se comienza la vida, se rompe un vínculo que pesa en lo espiritual. Mientras honras a tus padres, acumulas riquezas que te serán devueltas siete días después del luto. Pero si solamente acumulaste problemas y disgustos, dolor, tristezas, sombras caerán sobre tu camino. Con las sombras llegarán las nostalgias y tu memoria te será devuelta en perfecto estado y verás los momentos de amor que le negaste a tus padres… cuando te decían –Hijo… tu piensa bien en lo que vas hacer, nosotros no te vamos a durar toda la vida.

Para que te valla bien, acuesta tus padres junto a un camino que la tierra sea fértil, cosa que ellos duerman en la certeza de que sabes lo que haces, de que confían en tu prudencia y tu justicia. De que en ti, todas las cosas serán bendecidas. Y cuando te toque a ti la partida, tu descendencia disfrutará de las riquezas acumuladas junto a las de tus padres.

Para que tu casa sea bendita, píntala con la paz que viene del espíritu, reviste tu cocina con la bondad, tiende tu cama con la sabiduría y sienta en tu sala de estar, la gratitud. Haciendo esto, Dios reinará en tu mundo y su sombra te será como el agua en un día de calor. No se puede y no hay vida en medio de una arena caliente… transfórmate en tierra bendita con el solo hecho de honrar a tu familia y los que te quieren. Deja de lado la ambición y la seducción que corroe tu belleza. Mira hacia el futuro, donde están los cimientos de tu existencia. Somos seres espirituales, nacidos del  mundo llamado Amor. Tu riqueza bendita, no está en la tierra y si en lo que se siente y no se ve, pero se percibe en la tierra que pisas con tus pies. El árbol se conoce por sus frutos y tu eres ese árbol.

No arrugues el rostro de tus padres por los disgustos que le das, arrebátales lágrimas de profunda felicidad y dicha y verás que al caer las sombras, la alegría te llenará el corazón y los recuerdos, un bálsamo que lustrará y perfumará tu alma. Tu casa se iluminará y el tiempo te preguntará en donde estabas, que no te encontraba.

Daimer Santuche H.

      (Uruguayo)