Daimer´s

25/10/20

El abrazo del hambre

Luego de que hubieras visto un sol ponerse y otro levantarse, antes del mediodía, comienzas a temblar y tus fuerzas dudan al sostenerse en tus piernas.

La boca comienza a imaginar delicias y tu mente pide todo lo que es  masticable. La mente trabaja en una acalorada selección de impulsos que te llevan a querer buscar y buscar. Toda clase de alimento es un manjar. Pero sigues con hambre y si no encuentras comida, te desesperas y estás dispuesto a violar tu razón, a cambio de obtener comida. Duro golpe para tu estómago que comienza a digerirse a sí mismo.

Al pasar una semana con insuficiente alimentación, el dolor es crónico. Andas de arrastro y tus ojos paralizan, terrible lo que te pasa. Es tanto dolor hueco, seco, es un grito desgarrador casi silencioso, pedir auxilio no viene y el socorro no existe. Nada quita el hambre cuando se tiene. Tu mirada paralizada y con tu expresión de muerto vivo, pasas a familiarizarte con el dolor, hasta que desaparece. Es ahí donde ya no mora la razón social en ti.

La mente comienza a fallar, la persona queda violenta y el mal carácter aflora. El sentido de pertenencia a miedo de seguir acumulando hambre, te lleva a robar todo lo que puedas y sea canjeable por comida. Es ahí donde toda tu pose de no comer pan del día anterior es puesta a arrepentimiento y un pan mojado, lleno de gusanos, se transforma un manjar al limpiarlo. Una carne podrida, un trozo de preparado lleno de tierra y mal oliente, es tu alimento más preciado. Es en el hambre que la arrogancia y la pose se desvanecen. Luego de depredar toda clase de basura a espera de un manjar olvidado, se transforma en milagro. Hueles mal, el tiempo te azota duro y sientes cada trozo de tu cuerpo, doliendo. Cuando la razón te vuelve, solamente te vienen ganas de llorar, porque todo lo tenías y no valorabas. Sumergido en un velo de pose social y lleno de yo puedo, yo soy, te hacías rogar ante los menos favorecidos.

Ahora en el hambre, ciudadano legal de la calle, la historia tiene otro tono y la sociedad que te aplaudía y criticaba, mira para otro lado en busca de otra víctima que tenga el mismo final.

La ley eras, la riqueza y belleza eras… pero hoy nadie eres. No te mueres ni vives, solamente andas tras un bocado cada día.

El dolor es agudo, es como un gran trozo de hielo metido en tu vientre, cantando a gritos día y noche.

El hambre duele, trae arrepentimiento y soledad. El hambre cuando te abraza te hace olvidar quien eres y cuando te domina en las circunstancias, todo tu mundo se hace polvo. Todos los que un día comieron de tu pan, no dejan en su basura ni las migas para ti. Pero no te preocupes que cuando declaren tu fallecimiento, las redes sociales gritarán tu importancia, todos extenderán sus manos mostrando lo que hicieron por ti y nunca te enteraste. Se celebrarán días en tu nombre y por otro tiempo, bajo tu cadáver, se levantarán ríos de ganancias. Así es la humanidad de muchos, así es el hambre cuando te abraza.

 

Daimer Santuche H ©

 

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