No entendía mucho, solamente sabía que se marchaban.
El hambre era mucho, los campos estaban amarillos, la leche, era poca y solamente existía en la casa de los abuelos, pero ellos no les daban.
Al medio del rancho, un receptor compañero. Al medio, la conversa era pesada y decisiva. No quedaba otra. Los jóvenes hermanos, tomados por la necesidad, se marchaban después del medio día, pegaditos con las nubes que taparan el calor del villano.
"Quizás nos acepten, como conocen a papá". Dijo uno. El menor tenía 12 años, y el mayor ya un hombrecillo con sus 18, pero nadie le creería. Solamente son unos niños, que judieria enviarlos a trabajar.
Pero esta era su decisión, además el hambre asolaba las noches y por peor que parezca, todo a la noche vale el doble.
Mate amargo y alguna cosa para entretener, ya que n la casa quedaban tres más, eso sin contar la madre y un casal de gallina, las únicas mascota de los pequeños. El hombre de la casa, nunca estaba, por lo tanto... Había que aprender a valerse por el pan.
Al lado, era el paraíso, pero era tierra donde pasar, solía ser peligroso. Al horizonte y a la redonda, campos y algunos árboles, que resistían a la fuerza.
Pero el día se hizo una semilla y la hora llego. Es hora de partir.
No llevaron nada más que lo esencial para el camino largo.
Que día más triste, pero no podían volver atrás.
Luego de los besos y el "tengan cuidado y no se peleen por el camino" de mama. Salieron de a uno del rancho de paja y barro, al cual llamaban casa.
Paso a paso, caminaban rumbo al bosque de las taperas, un lugar donde solo quedaban restos de un rancho que una vez, fu habitado. Bajaron un bajo donde se encontraba una lagunita seca, para volver a subir y perderse por dentro del bosque, en la bajada, hasta desaparecer por completo del alcance de los ojos.
El menor, fue el primero en mirar hacia atrás, en realidad, era el que más miraba, como si dejara algo, como si quisiera volverse y no continuar. Los otros miraban, pero a menudo...
Mi corazón se hacia una miga de pan en medio de una pista de baile. Los mire hasta verlos desaparecer y cada vez que se volvían pequeños, daba dos pasos rumbo a ellos...
No entendía que m sucedía en el corazón, solo sé que me dolía donde estaba, subí n un montículo de tierra para verlos mejor, pero desaparecieron tras los arboles. Aunque no los veía, me quede un largo rato mirando el infinito a ver si aparecía algo conocido, pero llego la tarde y las sombras cayeron sobre el campo. Mis hermanos no volvían, en realidad, no tenia noción del tiempo, solo sé que fue muchísimo tiempo después que volví a verlos.
Los quiero un montón, y sé que un día esto será para siempre, pero no se marcharan nunca más los tres juntos.
Me pregunto si así como yo, ellos no sintieron lo mismo, porque atrás de mi quedaba el resto de lo que llamaban familia...
Aunque no supe llorar, fue la primera gota de rocío que cayó en el campo, una pequeña lágrima, la cual se aventuro apresada sobre mis delgadas mejillas.
Fue ahí que aprendí de pequeño, la importancia de un abrazo, el valor de un chau, y el mirar para el dolor. Si pudiera decir algo... Saldría corriendo aquella inmensidad gritando - Esperen, Esperen... No me dejen!!!. Pero no podía. Quería levantar mi manito para hacer chausito y solamente moví unos deditos.
Al día siguiente, todo era fuera de lugar, faltaban cosas, la casa estaba vacía, el campo estaba doliendo... Y aunque jugaba, siempre miraba al horizonte, con hambre, con tres nombres apretados en mis labios. Mis hermanos.
Es una pena que la gente juzgue las apariencias, y de esto hagan en sus vidas un tema para discutir y pelear por cosas que no tienen ni siquiera el derecho a opinar. Cosas que no les es de provecho para mejorar su vida y caracter. Si en véz de andar condenando y juzgando, miraran para sí mismas, se darían cuenta que vivir, es extender la mano para que álguien se apoye en ella, que Amar, fue la primer lección que Dios tomo del hombre y solamente la aprueban los valientes y esforzados.
El hambre era mucho, los campos estaban amarillos, la leche, era poca y solamente existía en la casa de los abuelos, pero ellos no les daban.
Al medio del rancho, un receptor compañero. Al medio, la conversa era pesada y decisiva. No quedaba otra. Los jóvenes hermanos, tomados por la necesidad, se marchaban después del medio día, pegaditos con las nubes que taparan el calor del villano.
"Quizás nos acepten, como conocen a papá". Dijo uno. El menor tenía 12 años, y el mayor ya un hombrecillo con sus 18, pero nadie le creería. Solamente son unos niños, que judieria enviarlos a trabajar.
Pero esta era su decisión, además el hambre asolaba las noches y por peor que parezca, todo a la noche vale el doble.
Mate amargo y alguna cosa para entretener, ya que n la casa quedaban tres más, eso sin contar la madre y un casal de gallina, las únicas mascota de los pequeños. El hombre de la casa, nunca estaba, por lo tanto... Había que aprender a valerse por el pan.
Al lado, era el paraíso, pero era tierra donde pasar, solía ser peligroso. Al horizonte y a la redonda, campos y algunos árboles, que resistían a la fuerza.
Pero el día se hizo una semilla y la hora llego. Es hora de partir.
No llevaron nada más que lo esencial para el camino largo.
Que día más triste, pero no podían volver atrás.
Luego de los besos y el "tengan cuidado y no se peleen por el camino" de mama. Salieron de a uno del rancho de paja y barro, al cual llamaban casa.
Paso a paso, caminaban rumbo al bosque de las taperas, un lugar donde solo quedaban restos de un rancho que una vez, fu habitado. Bajaron un bajo donde se encontraba una lagunita seca, para volver a subir y perderse por dentro del bosque, en la bajada, hasta desaparecer por completo del alcance de los ojos.
El menor, fue el primero en mirar hacia atrás, en realidad, era el que más miraba, como si dejara algo, como si quisiera volverse y no continuar. Los otros miraban, pero a menudo...
Mi corazón se hacia una miga de pan en medio de una pista de baile. Los mire hasta verlos desaparecer y cada vez que se volvían pequeños, daba dos pasos rumbo a ellos...
No entendía que m sucedía en el corazón, solo sé que me dolía donde estaba, subí n un montículo de tierra para verlos mejor, pero desaparecieron tras los arboles. Aunque no los veía, me quede un largo rato mirando el infinito a ver si aparecía algo conocido, pero llego la tarde y las sombras cayeron sobre el campo. Mis hermanos no volvían, en realidad, no tenia noción del tiempo, solo sé que fue muchísimo tiempo después que volví a verlos.
Los quiero un montón, y sé que un día esto será para siempre, pero no se marcharan nunca más los tres juntos.
Me pregunto si así como yo, ellos no sintieron lo mismo, porque atrás de mi quedaba el resto de lo que llamaban familia...
Aunque no supe llorar, fue la primera gota de rocío que cayó en el campo, una pequeña lágrima, la cual se aventuro apresada sobre mis delgadas mejillas.
Fue ahí que aprendí de pequeño, la importancia de un abrazo, el valor de un chau, y el mirar para el dolor. Si pudiera decir algo... Saldría corriendo aquella inmensidad gritando - Esperen, Esperen... No me dejen!!!. Pero no podía. Quería levantar mi manito para hacer chausito y solamente moví unos deditos.
Al día siguiente, todo era fuera de lugar, faltaban cosas, la casa estaba vacía, el campo estaba doliendo... Y aunque jugaba, siempre miraba al horizonte, con hambre, con tres nombres apretados en mis labios. Mis hermanos.
Es una pena que la gente juzgue las apariencias, y de esto hagan en sus vidas un tema para discutir y pelear por cosas que no tienen ni siquiera el derecho a opinar. Cosas que no les es de provecho para mejorar su vida y caracter. Si en véz de andar condenando y juzgando, miraran para sí mismas, se darían cuenta que vivir, es extender la mano para que álguien se apoye en ella, que Amar, fue la primer lección que Dios tomo del hombre y solamente la aprueban los valientes y esforzados.
No importa como te vean los demás, lo que importa es que tu te veas lo que eres por dentro. Lo importante es tomar el agua, el vaso solo es el instrumento que usamos y se corrompe como todo objeto material.
"si un día ta dan ganas de llorar, llámame. No prometo hacerte reír, pero si llorar contigo"
Historia real que sucedió conmigo cuando vivía en el campo.
Daimer*s © todos los derechos de publicación
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