La puerta del paraiso

…entonces, mientras apuraba mis pasos, con la mochila a la espalda, porque estaba atrasado para la clase, miro y le veo.
Era tan dulce, tan amable de ver, una belleza como jamás podría imaginar que existiera. Mi corazón se apresuraba con todas las fuerzas para salir del pecho, quizás quería ver lo que le contaba mis ojos. Puesto a que no lo creería, y quería comprobarlo el mismo.
No me quedaba otra, me quedé helado y hecho piedra en el lugar por cuatro segundos, que para mi fueron una semana, el entorno desapareció y las voces eran como un eco perdido en una enorme gruta. Quería decirle hola, me estoy enamorando, y es por ti… nunca jamás vi a alguien como tu… o quizás… sólo decir perdón, esta no era la puerta de mi salón.
Pero estaba seguro de una cosa, el amor a primer golpe de vista existe, y ahora lo predicaba y debería de convencer de lo contrario, a todos cuantos convencí que no existía. Pero eso no era un problema, el problema era como decirle a esa persona que me está enamorando solamente con estar ahí.
Los días pasan y el amor aumenta, me gusta su estilo, su altura de Dios del Olimpo, sus pechos casi abultados, sus manos que me inspiran a seda por su delicadeza. Su cuello, su pelo… su aroma a campo y flores silvestres. Lo cierto es que cada vez que miro a esta persona… un jardín se vuelve el desierto de mi vida… la tormenta se vuelve lluvia de primavera con un sol espléndido…
Ahora cada vez que paso aquel corredor que me lleva a la puerta donde veo un paraíso, todo se me transforma, la mente, la razón, la vida. Si al menos pudiera decirle lo que hace con una vida, lo que hace con mi vida… su cuerpo que me secuestra cada noche y me despierta cada mañana, en un mundo de lujuria, en un campo prohibido donde sólo hay lugar para dos.
Todos los días me arreglo, para que me vea, para que me sienta y se dé cuenta que estoy enamorado… o al menos para que simplemente me vea. La locura, juega un papel importante, porque no se cuanto tiempo resistiré a esta locura, ya faltar a clase es un pecado, cualquier otra persona ya es un gusano baboso y asqueroso que me mira. Pero Aquella a quien veo… es mi todo.
La imagino recorrer mi cuerpo, donde pueda también suicidarme por los rincones del suyo, donde los precipicios y las subidas, los valles, los montes… los contornos de su cuerpo, son la miel luego de treinta años de amarguras. Es el agua que sacia mi sed, es el farol que alumbra mi noche, es el puente sobre un mar embravecido. Así como la flecha que acierta la meta, así… así, así…
Es la gota de rocío que moja mis labios, como neblina que intercepta el paso, así como barrera obligatoria, es pasar por ese corredor, porque una puerta conduce al paraíso, a un mundo deseado, a la persona esperada. Pero sé que es imposible, lo entiendo, porque sólo es un vidrio que me refleja cuando paso.
Daimer´s ©