- Claro gurí…! Nosotros ya sabíamos que cuando el viento sopla del lado que sale el sol y el sol se oculta con nubes tapándolo… lluvia grande está para venir. Además las hormigas de alas aparecen de la nada, los pisos quedan medio oscuros y la sal se reviene en el salero… existen montones de señales de la lluvia…
Sólo se tiene que mirar un poco a la naturaleza, el horizonte siempre habla lo que está por llegar.
Nos fuimos ahí por las nueve de la mañana en el charre, el moro nunca se hace el difícil, pero ese día le di unos talerazos. ¡¡Pobre caballo!!
El asunto es que nos fuimos al pueblo… despacito y sin apuros, llegamos a las once y alguna cosa. Como ya se ponía feo, no tuvimos otra que hacer las compras en jaguarón y volver. Llovía a cántaros, pero siempre era así, caía el diluvio y asomaba el sol… pero como tarde no da para andar rumbo a las campañas, nos quedamos de visita. Llovía… pero pararía.
- Y que pasó…
- Calma!, esa misma noche nos acostamos y me dormí, estaba cansada y me despierta un golpeteo en el borde de la cama… me da por prender la vela para ver que era… y ahí estaba, eran mis chinelas golpeando con el agua en el borde de la cama. Yo di un grito y desperté hasta las arañas e inmediatamente, tu abuelo se despertó. Medio perdido como yo, pero era de sospechar… en el barrio el mosquito no había uno que no estuviera en apuros, con el agua subiendo rápidamente. Dejamos todo lo que no pudimos rescatar, pero nos salvamos, pues nunca se sabe lo que viene un segundo después… lo peor es que de noche todo se hace más bravo.
Era impresionante de ver, aquel reflejo blanco que se iluminaba con algún relámpago, dejaba ver como era grande la creciente… Vos no tenés idea gurí. Nos quedamos refugiados en la casa de otra hermana de tu abuelo, ella estaba más en la Villa Artigas.
- Yo tengo idea de como quedó, porque aquí, todo el bajo quedó blanco, llovía y llovía, no daba para jugar, mamá no nos dejaba ir al campo, y llovía. Nosotros llorábamos de hambre, sólo tomábamos azúcar quemada con pororó. Era un poquito para cada uno. Nadie nos venía a ver. No podíamos salir, el bajo estaba inundado y parecía la asude y la asude era enorme y grandota. Después de unos días apareció el señor que se llevó a mi hermana y nos trajo pan. Nosotros nos fuimos para la casa de ellos y cuando cruzamos arriba del puente, yo vi como las ventanas golpeaban solas con la corriente. Sólo se veía la mitad de las casas. Después volvimos. Yo quería volver porque extrañaba mi camita. El bajo no tenía más agua, pero encontramos un montón de huevos de teruteru. Después no me acuerdo más, creo que me dio miedo de la tormenta, ese día hasta la radio no daba para escuchar.
- Fue terrible ese año para todos. El río es un fantasma que resucita cuando menos se espera.

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