…amaba estar con el. Decidimos vivir juntos y me fui para su casa. La verdad que durante un buen tiempo, soñamos y construimos juntos cada sueño. De verdad fue hermoso.
Lo mágico era despertar a su lado cada mañana… podría considerarse un terror… pues era una tortura para los ojos ver algo tan bello dormir tan inocente, despertando con una fuerte aparición amorosa y seductora.
No me quedaba otra que pedirle que me dijera algo lindo… muchas veces el humor tomaba cuenta de su mirada inocente, lo cual me agradaba más y más cada día… otras veces la malicia le invadía con un arrastre de labios en matices de lujuria. Pero no importaba como fuera, siempre era algo novedoso cada mañana.
Me envolvía ese aroma que despedía de su cuerpo, para mí era como una invitación obligatoria de dejarme caer en sus brazos, sin cuestionar las consecuencias. Era como un desierto esperando la tormenta… el agua tan deseada.
Cada segundo era un rincón diferente en el paraíso… no entendía como podía ser tan bello estar con el. Pero seguro estaba, el que me trajera la explicación, moriría antes de pronunciarla.
Me envolvía su loca actitud de deseo, sus bruscos movimientos para expresarme lo cuanto me quería… los mimos en público y los códigos que solamente nosotros entendíamos. Cada abrazo con la respuesta más gloriosa que se puede esperar y la revelación más directa de que era el momento de estar a solas, me derretía y me estremecía el espíritu.

Como todas las veces que me ganaba al despertarse… ahí estaba, mirándome con cara angelical… y me decía con sus ojos que me amaba y lo agradecía. Me rosaba una caricia levemente en mi rostro y le daba el peso sincero sobre mi pecho. Sin dejarme ganas de decir que si continuaba bajando, no respondía por mis actos. Fueron tantas las veces que me sentía soñar… unos días después… desperté mojado… soñaba que huía de él… que me quería atrapar y al acercarse, le di con una tabla que estaba en un tacho de basura en ese callejón. Pero la misma se quebró y dejó expuesto un clavo que se introdujo en el taco de su zapato derecho.
Sentí temor… y pasé por encima de el al otro extremo de la cama y vi su zapato… tenía la marca. Me sentí con ganas de llorar… pero contuve mis lágrimas y le miré fijamente. Su rostro parecía no entender nada… trataba de seguir mis pasos con su mirada para lograr saber que sucedía… pero le dije que me iba. Luego de preguntar todas sus dudas… sólo una escuchó, que me iba porque me mataría. Sin entender la profundidad del asunto… me decía que jamás… nunca lo haría… que no me fuera.
Lloraba el y lloraba yo. Pero no se podía hacer más nada. Llorando me ayudó a llevar mi bolso al taxi… no se importaba quien mirara. Sólo lloraba en silencio. Pero su mirada se derretía pidiendo una chance de probar que no era capaz de hacerlo. Pero yo lo soñé. Y porque lo viví me separé. Se pasaron un par de semanas sin que el apareciera, como estaba previsto porque conozco sus pensamientos, su actuación de que no me molestaría y aceptaría lo que yo decidiera, cuando me encontré con el en la parada del bus 314. Estaba lindo como siempre… me decía con su mirada que me esperaba… y de verdad lo decía. Pero cuando se me fue acercando… di unos pasos hacia atrás y corrí de el. Me seguía de atrás y corría cerca de mi ya… al doblar la cuadra me encontré con un callejón que me recordaba el sueño y ahí estaba la tabla… la tomé y… y pensé que si lo había soñado, era porque podía mudar lo vivido. Entonces arrojé la tabla y serré los ojos. Puesto a que si me mataba, al menos moría por alguien que yo amaba. En los brazos de quien me dio tanto amor. Sentí como me abrazó llorando y me dijo… -- Perdóname si algo hice… pero no puedo vivir sin tu amor. Me tomó del rostro para mirarme a los ojos y me dio un beso tan tierno como siempre. Entonces de un salto desperté. Me di cuenta que estaba soñando. Me estaba acariciando… puesto a que le he dicho que cada vez que se diera cuenta que soñaba una pesadilla, me mimara y me dijera que me amaba. Y hacía un rato que luchaba para despertarme de esta. Lo miré a los ojos y estaba preocupado. Le pedí que me mostrara el zapato y sin entender, tomo del suelo uno y me lo dio, no tenía nada. Quise tranquilizarme y por el espejo grande donde nos miramos todo el cuerpo al vestirnos, vi que en el taco de un zapato brillaba algo. Me di cuenta que el zapato que acababa de ver era el izquierdo.
más de lo que tú quieres entender
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