Me casé a la edad que se comienza a soñar enamorado, los días que los
vientos traen el último vuelo de hojas de plátanos. Ella, una bella mujer,
hasta su sombra era bella. No se si a su lado todo parecía bello o todo era
bello aún con ella, mi mundo, mi fuerza estaba en ella. Vivimos intensamente y
juntos enfrentamos el camino de la vida. Por ella y para ella. A mi me
arrancaba suspiros solo de pronunciar su nombre y si por acaso alguien
preguntaba por ella, mi boca enmudecía y mi mirada se perdía hacia un lado,
mientras mi corazón decía –Ella… esa mujer que hace que yo viva, es por ella
que preguntan?- Entonces respondía yo, que Ella estaba bien, porque si yo
estaba vivo, ella de seguro estaba bien. Lo cierto que nunca dejé de soñar a su
lado, nunca dejé de amar un segundo a ese ser que Dios puso en mi camino. Nunca
pensé verme sin ella, solo el viento que produce cuando pasa, me quita todo
cansancio luego de una jornada de trabajo. Ella es la fuente de los milagros,
su voz, su mirar… esa mujer que es mía y solo mía. Hoy cuando llegué a casa,
con un jazmín que tomé de un jardín, para hacerle una sorpresa… entré a casa y
oí charla. Me quedé un poco retraído y escuché una de sus amigas decirle, que
si yo no la complacía sexualmente cuando las fuerzas no me dieran, que buscara
como ella, a otro, que era maravilloso y le renovaba hasta la piel. Confieso
que me quedé triste por su consejo, pero al entrar en razón, su amiga tiene
toda la razón, ella es menor que yo y perfectamente merece ser feliz. Yo no lo
había pensado… creo que lo podré afrontar. Pero mi esposa le ha respondido que,
jamás engañaría a la persona que le hace feliz aunque no esté, que si pude
darle los mejores años de mi vida, como podría ser maravillosa la vida con un
engaño de esos, es como deshonrar el amor… es como apagar la luz que llevas en
un camino oscuro. Que aunque no pueda complacerla en la cama, ella estaba
segura que yo le haría el amor en los sueños. Entonces se puso a llorar frente
a su amiga y le dijo que no había pensado en eso, que me amaba tanto, tanto,
que aunque la muerte la separara ella no me engañaría, que engañarme la mataría
y le secaría el corazón para siempre. Su boca dejaría de cantar cada mañana al
levantarse, después que yo le dejaba un “Mía, ya vuelvo” mientras dormitaba.
Entonces yo entré y le pregunté:
-
No es nada… solo estaba contándole a mi amiga,
del día que casi morimos de la risa cuando yo me choqué la puerta de vidrio al
entrar en una cafetería, te acuerdas?
-
Es verdad… te traje este jazmín, estaba loco por
llegar, mi alma estaba quedando sin oxígeno y tu, eres el aire que respiro.
-
Daimer´s © Daimer Santuche H.
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