Pasamos una noche acalorada con el. Nos conocimos en un centro
cultural, el era el portero y yo… bueno yo no era nadie más que una chusma, ese
día ni pretendía salir, pero mi hermana quería ver la exposición y que le
acompañara. El estaba ahí, lindo y yo de boba y vergonzosa, le dije a mi
hermana, pasa tu delante. Recuerdo que me dijo que un hombre así de lindo o
estaba casado o debía ser gay. Pero no me importaba, así que me dispuse a
realizar mi pasaje triunfal con toda la elegancia que una mujer como yo, pueda
realizar. Tiré la goma de la boca, me acomodé el absorbente, rebajé el sostén
para que los senos se fueran hacia arriba, apreté el ombligo rumbo a la columna
y caminé como oveja para el baño. Pasé por el mirándole a los ojos y disimulando
una sonrisa matadora. Mi hermana delante. Al pasar había un espejo y yo,
vanidosa como siempre, di una arreglada de pelo y se me terminó el piso.
La mongólica de mi hermana no me dijo que tuviera cuidado con el escalón. Me caí
gritando ¡La concha de tu madre!, no tuve freno y ni siquiera me acordé que
estaba lleno de gente. Luego de haberlo dicho, no daba para disimular. Mi
hermana se reía como una condenada con esa carcajada de bruja madrugada. La
gente se amontonó a ver que pasó. Y el portero, me ayudó a levantarme. Porque
mi hermana estaba ocupada riéndose de mi. Estoy bien, estoy bien, fue lo único
que me acuerdo que dije. Pero el tan amable, me prestó una silla para que me
repusiera. Ahí comenzamos a charlar y nos conocimos mejor. Mucho mejor.
Me levanté a prepararle el café, estamos en una casa alquilada y como
estamos solos, ya en la luna de miel tuve que probarle que soy buena, en la
cocina. Así que herví agua y como no había una tetera o un termo, puse en una
jarra que parece un vaso grandote. Me
preparé una bandeja, tazas y todo lo que lleva un café.
-Mi amor… potranquito!! – Así le llamo yo. El se acomodaba en la cama
para disfrutar del servicio de cuarto. No es todos los días que una mujer
desnuda te lleva café en una bandeja, en la cama. Pero tampoco es para todos
los días. Yo no se como, pero ahí fue la desgracia de mi vida o mejor, de
nuestras vidas. Tropecé en un zapato y le tiré la bandeja encima. El agua, le
cayó justo en sus genitales y este hombre, dio un salto y un grito despavorido,
que si yo tuviera lentes de contacto, se me hubieran caído solos de tan grande
que abrí los ojos. gritaba el y yo también, le decía -Soplale, soplale!! Yo no se si ya tenía marchita la chaucha, o el agua caliente
se la dejó. Pero se veía feo. Me sentí tan desorientada que no sabía si llorar
o ayudarle. Luego que hubiera saltado, se tranquilizó y bueno… le dije, vamos
al hospital. No quería ir, pero aquello se veía muy mal. Le envolví en una
sábana y fuimos a emergencia. Yo le arruiné el pito a mi marido. Que desastre.
Daimer Santuche H. ©
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